Detrás del Telón
Por: Iván
PARENTESIS DE ABRIL, (2 de 3)
Las Armas del Artista; Un corto resumen del trabajo que aparece en el libro “la otra guerra de Abril” publicado por la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña.
No recuerdo lo que pensé cuando llegué a la conclusión de que mis compañeros habían sido asesinados; pero sí, todavía, está muy presente el sentimiento que de aquella catástrofe se desprendía: ¡sentí vergüenza de estar vivo! Antes había experimentado esta desolación, cuando sufrí las muertes de los que habían sido mis compañeros de conspiración durante el trujillato, y de los que de alguna manera estábamos en el complot para terminar con el tirano. ¡Pero tres veces!... ¡No!... ¡Aquello ya era demasiado!... Y decidí cometer una especie de suicidio. Estaba convencido de que finalmente los revolucionarios cercados resultarían masacrados por las imponentes fuerzas reaccionarias; pero no tenía alternativa: mi deber era estar allí, y con un final decididamente romántico, así pondría en descanso mi conciencia maltratada.
Pero la vida, a veces, tiene desenlaces felices. Cuando llegué al edificio Copello, sede del Gobierno de Caamaño, una peripecia, según la mecánica de la tragedia griega, viró la acción dramática y trazó un nuevo curso optimista; la fe en el vivir, entonces, revivió en mí. Finalmente, los que creí difuntos estaban allá, en la Zona, o llegaron después, vivitos y coleando... Pero la suerte estaba echada; aunque así fuera, ya no quería marcharme. Lo descubrí sin darme cuenta en el instante… ¡Esa sería mi nueva morada, hasta el final!
Allí estaban los artistas, mis amigos, compañeros, los cómplices de mi idealismo. Veníamos del grupo “Arte y Liberación” o del otro, “El Puño” o surgían de la nada, que al fin de cuenta eran la misma cosa. Formamos entonces la simbiosis “Frente de Artistas y Escritores”.
¿Quiénes eran?... Miguel Alfonseca, tan fanáticamente obsesionado en esto de la guerra como en todo lo demás; José Ramírez Conde, “Condesito”, desbordando cultura y señorial serenidad; Silvano Lora, fresco y dinámico Don Quijote, con sus magníficos carteles satíricos; Franklin Domínguez, con su penetrante optimismo, pariendo ideas y libretos en constante vaivén; la confortante caballerosidad del sensato y cumplidor Fernando Casado; Armando Almánzar con su lacerante y frenético humor; la extraterrena tranquilidad cáustica de Juan José Ayuso; la figura enamorada y engominada de René del Risco, que se aparecía de tanto en vez como un príncipe ante aquella horda de desarrapados para hablar de su pareja; el humilde y complaciente Graveley, técnico de la radio, siempre de buen talante; y el otro técnico cuyo nombre no recuerdo, ¡Dios me perdone!; los tres extranjeros: la locutora belga Cristiane Ghuerie, la actriz y locutora norteamericana Martha Jean y el locutor cubano Luís Acosta Tejeda, quienes junto al haitiano Jacques Viaux, un dulce longevo en espigado cuerpo joven, ido inadecuadamente entre atroces sufrimientos, el legionario francés Andrés Riviere y el hombre-rana italiano Ilio Capocci, dieron autenticidad al valeroso internacionalismo del conflicto frente a la falsía de
Por supuesto había otros; pero la memoria no los registra. De todas maneras, no éramos muchos. No se asombren; recuerden cuántos eran los trinitarios, o los de Luperón, o los de Maimón y Estero Hondo, o los del Movimiento Clandestino 14 de Junio. Estaban los que tuvieron que estar, los que querían estar, los que sentían la obligación de estar… En fin, ¡los que tuvimos la suerte de estar!
Las artes plásticas excitaron y se burlaron en las calles; los poetas, narradores y articulistas escribieron desaforadamente, alejándose del intimismo; proyectamos dos filmes en el cine Santomé: “La Silla”, de Franklin Domínguez, primer largo metraje dominicano, con su mensaje de libertad, y “El americano feo”, con su correspondiente y fogoso cine forum. Hubo tres espectáculos, me parece recordar: en el mismo Santomé, en el Leonor y en el Independencia. A este último se le agregaron algunos de los intérpretes populares que se habían quedado fuera.
Otro trabajo importante fueron las exposiciones populares y los recitales en los comandos.
Hasta la próxima semana.
3 comentarios:
sigues dando clases
Bravo por las clases, adelante que somos muy pocos o casi nadie que sepa de esta historia tan importante para el pais
el que debio hablar el 24 fue usred y no leonelito
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