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19 abril 2010

VAINADAS





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Detrás del Telón


Por: Iván

PARÉNTESIS DE ABRIL.

En tres secciones


Las Armas del Artista; Un corto resumen del trabajo que aparece en el libro “la otra guerra de Abril” publicado por la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña.

las usamos ocasionalmente. Es bueno aclarar que la palabra arma no tiene que estar necesariamente involucrada con el fuego; por lo menos con ese que quema y mata. Pueden ser blancas, o simplemente, ser cerebrales, que también defienden o pueden agredir, además de divertir, por supuesto. Y esas sí que las usamos. Realizábamos allí y entonces lo que sabíamos hacer: los pintores pintaban; los escritores escribíamos, y los teatristas actuábamos.

El artista podría catalogarse como narcisista, por no decir egoísta… Podremos embarcarnos en ideologías, quizás resultaremos zarandeados por las circunstancias, y complacidos postergaremos a veces nuestra interioridad en aras del bien de los demás; pero en la raíz del hecho siempre estará el “yo”.

Partiendo de esto, no puedo evitar considerar que aquel “Abril” y su contienda son un asunto básicamente personal, privado, mío… y algo ¡macabramente artístico! ¿Por qué entré a la Revolución?... ¿por qué permanecí en ella?... Esas y muchas otras preguntas pueden ser respondidas con el simple hecho de que sentía y siento que, por encima de temores o razones secundarias, estaba cumpliendo con mi deber.

Tal vez no sea esto lo mismo para todos los que participamos en la guerra; pero, carente de una investigación satisfactoria no me queda más remedio que tomarme como pivote.

Por encima de todo, la realidad es que somos humanos como cualquier hijo de vecino, y con ellos compartimos sus cotidianidades. Gracias a la forzada comunión de Abril y los meses que siguieron, se nos produjo un reencuentro con los demás por el ansia de comunicarnos, que es, a fin de cuentas, aspirar desesperadamente a poder vivir en comunidad.

Aquellos 133 días en que los artistas compartimos el hambre, la incertidumbre, el miedo, y, sobre todo, el ideal, nos ascendieron a la cima del ardiente humanismo, a los huertos del hacer hombro-con-hombro, a la plácida hermandad. Ya no volveríamos a ser los mismos nunca más; o al menos, así debió y debe ser, si es que tenemos respeto de la recordación y somos consecuentes con la sensatez.

¿Qué hacían los artistas en Ciudad Nueva de Abril a Septiembre del 1965? Para no traicionar lo que dije al principio sobre el personalismo me refiero a “mi” caso.

La tarde en que presencié entusiasmado por el Canal 4 a Freddy Villa o Pancho Beras, anunciando el contragolpe, pleno de entusiasmo me remití a mi departamento en la empresa estatal a ponerme a las órdenes. Aquello era un galimatías de personajes en ese momento, la mayoría, desconocidos para mí, y eso, por cierta afinidad con las cualidades del caos que nos ha zarandeado desde el nacimiento me hacía sentir en la gloria. Pero diluido el placer de creerse libre, y restablecido el equilibrio que busca la cotidianidad, comencé… o mejor dicho, comenzamos los del departamento de producción, a escribir dramitas revolucionarios en Pro de la concientización y, ¿por qué no?, de la agitación.

Entonces llegaron los yanquis, y establecida la “operación limpieza” con sus colegas del CEFA, una noche en que nos habían dejado bastante solos a Franklin Domínguez y a mí, junto con algunos muy pocos locutores y técnicos, nos avisaron telefónicamente que estaban cercando la emisora, por lo cual nos vimos obligados, ayudados por la oscuridad, a poner pies en polvorosa.


Días… horas después, la estación fue trasladada a “la antena”. Y pronto, una tarde en que estaba en la casa de la hermana Ivonne, mi refugio ocasional para dormir y comer, escuché a través de nuestras frecuencias, que atacaban furiosamente el centro enclave radiofónico de los constitucionalistas, y… ¡abruptamente se suspendió la transmisión!


Hasta la próxima semana.

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