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04 noviembre 2009

Detrás del Telón
Por: Iván

Ya que creo que es necesario conocerse para poder ser, me ocupo en este primer aporte que entrego en “La Puerta de Cholo” a la historia del Teatro Dominicano; su primer capítulo. Muchos “boqueburros”, aliados con los enemigos de nuestra capacidad nacional se han entregado a la tarea de divulgar que no tenemos Teatro. Pues sí que lo tenemos. Y en un magnífico nivel. Para los que no lo saben, que son la mayoría (incluyendo a los teatristas), ahí les va.

CHISPAS DE HISTORIA
Existe una prehistoria teatral dominicana en la cual hay reseñas de desconocidos areítos entre la mayoría de los habitantes autóctonos de la isla, los taínos. Esta actividad fue más bien rito que arte, y esto hubiera sido un buen principio, como fue el caso de la Grecia preclásica, antes de la llegada de Tespis y los otros. Pero (desdichado “pero”), los conquistadores insulares fueron aún peores que los continentales, y literalmente borraron con gran parte del costumbrismo indígena.
De acuerdo con la “Historia General y Natural de las Indias” de Gonzalo Fernández de Oviedo, la traducción de Areyto sería algo como “bailar cantando”.
Es bueno hacer hincapié en que, aunque se sostiene que los españoles eliminaron la raza aborigen, y esto no es absolutamente cierto. La diezmaron, sí, considerablemente, con sus abusos y por causa de la sífilis exportada de su patria; pero lo que en realidad sucedió fue que los sobrevivientes resultaron absorbidos racial y culturalmente en un proceso de familiarización impuesto por la “señora concupiscencia”.
Además de numerosos nombres personales, de ríos, de lugares, de comida y otros, quedaron patrones alimenticios y conductuales, entre los cuales destaca la paciente sumisión que sólo se altera, y muy violentamente, en casos extremos, cuando emergen los otros elementos genéticos: la fundamental y alborotadora disipación española y el intrínseco amor a la libertad de África.
Pero, en cuanto nos interesa en este específico momento, es verdad que prácticamente no quedaron muestras de lo que fuera aquel idioma.
Según un artículo escrito por el Reverendo Hamilton W. Pierson (Information respecting the History, Condition and Prospects of the Indian Tribes of the United States, Collected and Prepared… by Henry R. Schoolcraft. Págs. 309 a 312, Tomo II.), queda un fragmento en el idioma taíno, dedicado a la cacica Anacaona. El primer verso dice “Igi aya Bombe”, que ha sido traducido como “Primero Siervo que Esclavo”. El texto de la estrofa, cuyo significado completo se desconoce, es:
Igi aya Bombe
Aya bomba ya bombai
Lamassam Ana Caona
Van van Tavana dogai
Aya bomba ya bombai
Lamassan Ana Caona.
Esta Anacaona o Flor de Oro que se menciona, fue una cacica que terminara ahorcada luego de un asesinato en masa que eliminó a gran parte de su tribu. Varios historiadores de indias coinciden en que fue poetisa, autora, por lo menos del “Areyto de las Trescientas Vírgenes”, ceremonia representada a Bartolomé Colón por más de trescientas vírgenes bajo la conducción de la autora. El fragmento antes mencionado formaría parte de dicho espectáculo.

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