CIUDAD MISTERIO
4to Capitulo
Ante aquel inclemente decreto de Amalia el cielo no tuvo más opción que derramarse en llantos. Alaridos que descendían desde las alturas, repitiendo los populares estribillos y promesas de la última campaña electoral, se desplomaron sobre su majestad.
Voces mortíferas que emulaban satánicamente las del inofensivo pueblo, pero desabastecidas de humanidad le perforaban el alma. El rey Magno, preso del ascendente espesor del aire, se incorporo tras un estallido, y aun aturdido se aproximó raudo a cerrar el ventanal que de forma estrepitosa se estremeció a sus espaldas.
De vuelta, Amalia ya no existía, en su lugar un fino has de luz que descendía desde la cúpula de palacio. Parecía sellar y dejar por sentado de forma ineludible el pacto al que había que empezar a honrar y retribuir. Magno abatido se desplomo sobre la silla presidencial que por tantos años fue el sueño de su rebelde juventud. Anheló en lo más profundo volver a los tiempos en lo que la máximo Gómez era la lejana frontera que durante sus años de primaria lo separaban del manto materno.
Esa noche quedo indeleblemente marcada en la conciencia colectiva de aquella nación e irremediablemente asumida aquella deuda por aquel pueblo.